
La Fiesta Kilombo la conozco desde el día uno. Recuerdo esa primera edición como si fuera ayer: un fuego que empezó chiquito y que hoy ya es parte fundamental del mapa cooltural afro en Buenos Aires. Desde entonces he vuelto muchas veces, a veces como artista en la cabina y otras simplemente como espectadora, siempre disfrutando al máximo porque la energía de este espacio está hecha para eso.
He sido testigo de cómo esta fiesta afro creció, se transformó y se consolidó como un lugar de resistencia y de puro goce. Para mí, Kilombo tiene un lugar especial porque ahí puedo sacar mi yo caribeño con todos los trapos: bailar y escuchar géneros que me atraviesan y que son difíciles de encontrar en otros espacios de la ciudad. El kompa, el reggae, el dancehall, el dembow y otros ritmos afrocaribeños que para mí son casa y raíz y que aquí suenan siempre.
Kilombo celebra estos géneros, creando un espacio único de disfrute y conexión con la diáspora. Por eso, con mucha emoción, les comparto esta entrevista con Queen Kilombo, la mente y el corazón detrás de esta celebración que ya cumplió dos años y que sigue marcando la diferencia en las noches porteñas.
Kilombo nació como un espacio para el encuentro, el baile y la celebración. ¿Cómo surgió la idea de crear una fiesta que hoy ya es una referencia cooltural en Buenos Aires?
La idea de hacer mi propia fiesta viene de mucho tiempo atrás. En mis inicios como DJ, escuchaba música todo el día, principalmente dancehall colombiano, y al escucharla me generaba una euforia que se transformaba en necesidad de crear un espacio donde suene esa música. Soñaba con una fiesta donde sonara eso que yo escuchaba en mi casa y me volvía loca, necesitaba compartirla, expandirla. Me imaginaba a todo el mundo bailando y volviéndose loco al igual que yo. Tenía la certeza de que la música sería el distintivo de mi fiesta. Al principio escuché muchas voces que me limitaban, y por un tiempo me las creí. Que yo no sabía nada de eso, que hacer una fiesta no era fácil, que me dedique a otra cosa y más. Luego llegaron la maternidad, la pandemia y la vida misma, y ese sueño quedó solo en mi cabeza. Pero después de un proceso personal muy profundo, que me transformó como madre, mujer y artista, me dije: yo puedo, tengo las herramientas, la capacidad, el corazón y lo voy a hacer. Mis ancestros me empujaban todo el tiempo, y yo tenía que responder al llamado.
Así nacieron espacios que tuvieron otro nombre antes de llegar a ser Kilombo, y donde la convocatoria y el ingreso económico, eran minimos. Pero se generaba un trabajo en comunidad y un compartir muy significativo y nutritivo.
Entonces la idea de crear una fiesta nace de ese deseo, de la decisión de no dejarme limitar, de la necesidad de demostrarme que sí puedo, que debo confiar en mi intuición y también de algo concreto como generar ingresos para comprarme mis propios equipos y así poder trabajar de DJ.

Ahora que Kilombo cumple dos años, queremos viajar al inicio. ¿Cómo fue esa primera edición? ¿Qué músicas sonaban, qué artistas se presentaron y en qué venue se realizó?
La primera edición de Kilombo nació gracias al empuje de una gran amiga que me dijo: hacé una fiesta que sea solo tuya y que esa edición te sirva para recaudar dinero para comprarte tus equipos. En ese momento yo no tenía ni computadora ni controlador. Recurro a mi gente, a mi comunidad, les comparto la idea y enseguida me dijeron contá conmigo. Así, el 26 de agosto hicimos la primera edición de Kilombo en Otra Historia. En esa edición participaron como DJs Le*, Nina, Rixa, El Caribeño, Gelalu, Fachu Nay vino a cantar; todxs se sumaron a la causa y formaron parte del line-up apoyando el proyecto y la causa desde el corazón. Sonó la música negra que siempre quise que suene: dancehall, afrobeats, reggae, dembow, salsa y más. Fue una noche mejor de lo que esperaba, hermosa, increíble, que superó todas mis expectativas y me hizo tomar consciencia de lo valioso que es tener una comunidad a la que poder acudir, que el apoyo entre colegas es sanador y necesario, y que juntxs podemos lograr grandes cosas. Así fue como obtuve mi primer controlador.
Desde aquella primera fecha hasta hoy, ¿cómo sientes que ha evolucionado Kilombo como un espacio de resistencia, gozo y comunidad?
Kilombo ha evolucionado mucho desde aquella primera fecha, y gran parte de eso se debe a no soltar, a seguir remando y apostando por este proyecto pese a todas las adversidades. No siempre ha sido fácil: en la industria de la noche, donde la mayoría de quienes toman decisiones y manejan los venues son hombres machistas, narcisistas y soberbios, me he encontrado con situaciones que podrían hacer dudar a cualquiera. No es fácil ser una mujer afroargentina la única persona detrás de un proyecto de esta magnitud; muchas veces estos varones hacen lo posible por desestabilizarte, por hacerte sentir menos o dudar de tu capacidad, porque les cuesta creer que sea solo una mujer quien esté al frente de semejante movimiento. Pero de algo nunca dudé: de cuál es mi misión con Kilombo. Esa convicción me ha permitido seguir, construyendo un espacio que también se vuelve un refugio, no solo para mí, sino para cada artista que forma parte del line-up y para cada persona del público. Kilombo es hoy un lugar de goce, de resistencia y de comunidad, donde la música y el baile se convierten en herramientas de identidad y afirmación, y donde todxs pueden encontrarse, disfrutar y sentirse parte de algo propio.

En Kilombo suenan muchos géneros. ¿Cómo es el proceso de curar esa mezcla de ritmos, DJs y artistas para armar el line up?
El line up de Kilombo se arma desde una búsqueda muy personal y a la vez colectiva. Como DJ tengo un gusto muy marcado por los sonidos fuertes de la música negra: dancehall, shatta, plena panameña, afrobeat, hip hop, reggaetón duro, entre otros. Pero más allá de los géneros, lo que me importa es que cada DJ y cada artista aporte su identidad y su energía al espacio. No busco repetir lo que ya suena en todas partes, ni poner música marquetinera o lo que está de moda. Para mí lo más importante es pensar en el público negro, en el Caribe, en toda la diáspora africana. Quiero que quienes vienen a Kilombo se sientan como en casa, porque la música tiene ese poder: nos puede trasladar a nuestro hogar, a nuestra infancia, a nuestra familia, a nuestra raíz. Amo cuando alguien se me acerca y me dice: me hiciste sentir como en casa. Eso es lo que busco con la música de Kilombo.
En cuanto al line up y la convocatoria de artistas, no es una tarea fácil. Mi enfoque es principalmente afrocentrado, porque me interesa generar espacios de visibilización para artistas afro de nuestra comunidad, que somos muchxs y que no siempre ocupamos todos los lugares que deberíamos. Ese es mi principal objetivo al armar cada edición. Pero también hay colegas no afro que apoyan el proyecto, que son excelentes artistas y que merecen estar en Kilombo. Me baso en esa combinación, en crear un equilibrio que sostenga la identidad del proyecto y al mismo tiempo lo expanda.
Y como a veces dos Kilombo por mes queda chico para la cantidad de artistas que quiero convocar y que quieren ser parte, también abrí los Open Decks en Kilombo Corta Semana. Es un formato mucho más comunitario, donde yo pongo los equipos y cada DJ, incluso quienes recién empiezan o están aprendiendo este hermoso oficio, pueden venir solo con su pendrive y tener la oportunidad de tocar sin necesidad de pagar un alquiler. Así tienen la experiencia real de lo que significa estar en la cabina de Kilombo. Todo esto forma parte de la construcción de una comunidad y de una propuesta musical distinta, donde la curaduría no es solo de géneros, sino también de personas, de historias, apoyo y energía.
Y como también soy fan de los ritmos afro-románticos, mimosos y melosos, creé un formato especial llamado Afro-Love. Es una invitación a otro tipo de disfrute: bailar pegadito, conectar desde la ternura, dejarse llevar por el groove suave y sensual de géneros como el reggae lovers, el zouk, konpa, kizomba, el R&B , y más. Afrolove nació para celebrar también esa parte de nuestra música que no siempre tiene lugar en la pista, pero que forma parte de nuestra identidad: el amor, el cariño, la sensualidad y el gozo compartido desde un lugar íntimo y cálido.
En definitiva, cada curaduría, cada line-up y cada formato que propongo dentro de Kilombo tiene la misma intención: ser fiel a nuestra música negra, darle el valor y el espacio que merece, y hacer que cada persona que venga se encuentre con un pedacito de hogar en la pista.
¿Cómo sientes que estos géneros y sonidos ayudan a tender puentes entre comunidades afro, latinas y aliadas en Buenos Aires?
Los géneros que suenan en Kilombo (dancehall, afrobeat, shatta, plena panameña, reggae, konpa, entre otros) tienen un poder único: conectan a las personas con su raíz y, al mismo tiempo, tienden puentes entre comunidades afro, latinas y aliadas en Buenos Aires. La música negra es un lenguaje universal que permite reconocerse, entenderse y celebrarse mutuamente, pero también visibiliza nuestra cultura y nuestra presencia en la ciudad. En la pista se mezclan historias, culturas y energías distintas, y eso genera un espacio de respeto, goce y pertenencia. Kilombo no solo conecta comunidades, sino que empodera: muestra que la música, la cultura y la identidad afro tienen lugar, voz y valor, y que ese lugar puede ser disfrutado y compartido por todos quienes se suman con respeto y ganas de celebrar.
Para muchxs, Kilombo es un espacio seguro, de expresión y celebración. ¿Qué significa para ti sostener un espacio así en un país donde la negritud ha sido históricamente invisibilizada?
Sostener Kilombo como un espacio seguro y de celebración en Buenos Aires, en un país donde la negritud ha sido históricamente invisibilizada y constantemente puesta en riesgo, no es una tarea sencilla: es un acto político y de resistencia. Implica ser coherente entre lo que digo y lo que hago, estar atenta a cada detalle y a cada energía que se mueve en la noche, y asumir la responsabilidad de proteger la integridad de quienes participan. La noche no es solo diversión: es un espacio donde circulan consumos en exceso, actitudes agresivas y dinámicas de poder que pueden poner en peligro a las personas negras.
En este contexto, sostener un espacio seguro significa plantarse frente a varones (negros, blancos, jóvenes o mayores) que muchas veces no saben cómo actuar en presencia de mujeres negras, de artistas afro o de la comunidad negra en general, y que pueden intentar desestabilizar el espacio, ejercer machismo o violencia. También implica confrontar la homofobia y cualquier forma de violencia, porque sabemos cómo estas situaciones afectan profundamente a las personas negras y a quienes consideran el espacio su refugio.
Kilombo es un espacio de resistencia y de visibilización. Cada edición reafirma que la cultura negra, nuestra música, nuestra danza y nuestra identidad existen, tienen valor y merecen ser celebradas. Para mí, ser productora y responsable de esto significa plantar bandera, sostener la seguridad y el respeto, y garantizar que el espacio sea un refugio donde todxs podamos bailar, expresarnos y conectarnos con nuestra raíz sin miedo. Mantener esta coherencia, este cuidado y esta firmeza es también una forma de activismo: demuestra que podemos construir lugares donde la negritud se celebre y se proteja en medio de un entorno que muchas veces invisibiliza, amenaza y vulnera.

¿Cómo ves que la comunidad afro y sus aliadxs se apropian de este espacio para reconocerse, conectarse y compartir?
Es un espacio para que la comunidad afro y sus aliadxs se reconozcan, se conecten y se apropien desde el respeto y la alegría. No es un espacio creado solo para mí, sino para todxs quienes forman parte de la comunidad, para que brillen, se expresen libremente y celebren su identidad sin miedo ni obstáculos. Me encanta que funcione también como un punto de encuentro para artistas de todas las ramas, que hagan uso de este espacio, porque fue creado justamente para eso.
Jamás me interesa generar algo que sea solo para mí. No hay nada que me genere mayor felicidad que ver a unx amigx, un colega, brillar en la pista de Kilombo o en cualquiera de los espacios que construimos. Incluso si esto aporta al camino artístico de cada artista que pasa por esta pista, ¿qué más puedo pedir? Que un artista venga a tocar, a cantar, a bailar, a compartir, o simplemente a ser parte del público, pase una noche increíble y haya sentido la buena energía… con eso, ya gané.
Kilombo se convierte así en un espacio de visibilización, de reconocimiento y de resistencia cultural: cada persona que viene, cada artista que toca, cada aliado que se suma, contribuye a fortalecer nuestra presencia y nuestra identidad en la ciudad. Es un lugar donde la negritud se celebra y se protege, donde el éxito es compartido, donde la alegría, el goce y la comunidad se viven en colectivo. Ese para mí es el verdadero significado del éxito.
Cada edición de Kilombo tiene una energía única. ¿Hay algún momento, set o canción que recuerdes como un punto de inflexión para entender el poder de este espacio?
Como bien decis, cada edición de Kilombo tiene una energía única, pero hay momentos que marcan un antes y un después porque muestran el verdadero poder de este espacio. No siempre se trata de un set o una canción específica, sino de lo que sucede en la pista: cuando veo al publico entregarse por completo, bailar y conectarse entre sí, mirarse y sonreír, ahí entiendo el impacto real de Kilombo. En la pista se genera una energia vibrante que abarca hasta al personal que trabaja en el venue.
Recuerdo muchas noches en las que un clasico de Tego, un Vamos pa la playa de Kafu Banton, o muchos otros clasicos de dancehall que nos representan como comunidad negra y afrodiasporica, unió a toda la pista como un solo cuerpo. Hay muchas canciones que suenan en Kilombo, que son un himno para las personas negras, afrolatinas y afrocaribeñas. Canciones donde encontramos memoria e identidad. Esos instantes reflejan cómo la música y la comunidad generan visibilidad y empoderamiento para la negritud, en un contexto donde muchas veces nuestra presencia es invisibilizada o cuestionada. Vi brillar a muchxs amigxs en Kilombo, pero hay un recuerdo que se marcó en mi memoria y mi corazón para siempre, que fue en un set de mi amiga Sista V, la vi brillar, la vi disfrutar y sentí que nuestras ancestras estaban ahí celebrando con nosotras.
Para mí, esos momentos son prueba de que Kilombo es mucho más que una fiesta: es un refugio. Ahí es cuando siento que la misión se cumple: cuando la pista se transforma en un lugar seguro y vibrante, donde cada persona, cada artista, puede brillar, sentirse reconocida y celebrar su identidad.
¿Qué sueños y planes tienes para Kilombo en los próximos años?
Mis sueños para Kilombo van mucho más allá de lo artístico: como mujer afroargentina, productora y artivista, veo este proyecto también como un espacio de transformación social y política. Quiero que Kilombo siga creciendo como un lugar de visibilización y celebración de la negritud, donde cada artista, cada persona de la comunidad afro y sus aliadxs pueda reconocerse, expresarse y brillar.
Que genere un cambio de paradigma en esta ciudad, que desafíe la idea errónea de que no hay personas negras acá, y que muestre que nuestra cultura, nuestra música y nuestra presencia tienen un lugar fundamental en Buenos Aires. Quiero expandir Kilombo, expandir ese mensaje, llevarlo a diferentes espacios, ciudad y países, y generar experiencias colectivas que empoderen a nuestra comunidad.
A nivel internacional, sueño con grandes colaboraciones: traer DJs y artistas que admiro profundamente, consolidar Kilombo como la fiesta negra de referencia en Buenos Aires, un espacio al que grandes artistas quieran llegar y ser parte. También quiero fortalecer alianzas con otros proyectos afrocentrados de la ciudad y del mundo, construir redes y colaboraciones que amplifiquen nuestra visibilidad y nuestro impacto.
Mi sueño es que Kilombo siga siendo este espacio donde la música, la identidad afro y la comunidad se celebren y se protejan, siga siendo este lugar de encuentro, resistencia y goce compartido. Ese es mi compromiso y mi visión: que cada edición deje en evidencia que podemos crear, soñar y construir colectivamente, y que nuestra presencia y cultura sean innegables en esta ciudad y más allá.
Si tuvieras que definir a Kilombo en tres palabras que reflejen su esencia, ¿cuáles serían?
Comunidad, resistencia y alegría.

Ahora que lanzaste tu primera campaña de recaudación de fondos para la gira en Colombia, qué significa para ti dar este paso y llevar la energía de Kilombo a otro país de la diáspora?
Para mí significa muchísimo. Es un paso histórico, no solo en mi camino como artista, sino también en el recorrido de Kilombo como espacio cultural afrocentrado en Buenos Aires. Llevar la energía y la esencia de Kilombo a otro país de la diáspora es confirmar que lo que hacemos acá tiene un eco real en otros territorios. Es construir puentes con nuestras comunidades afro en Latinoamérica, compartir nuestra visión y, al mismo tiempo, nutrirnos de otras experiencias. La campaña de recaudación es una herramienta colectiva que me permite hacerlo posible: no es solo mi viaje, es un viaje de todos, de la comunidad que confía en este proyecto y que me acompaña. Siento que es abrir una nueva etapa, donde Kilombo ya no es solo local, sino parte de un diálogo afro internacional.
Qué esperas encontrar en Colombia, tanto a nivel musical como comunitario, y cómo imaginás que este intercambio cultural va a nutrir a Kilombo, que ya viene super power?
Espero encontrar en Colombia experiencias enriquecedoras y que me nutran profundamente, tanto para mi proyecto como para mi crecimiento como artista y para todo el colectivo que forma parte de Kilombo. Quiero nutrirme de nuevas ideas, de nuevos espacios, de nuevos contactos y conexiones, y sobre todo generar intercambios culturales que construyan ese puente del que tanto hablo.
Quiero sumergirme en la cultura local, aprender de los DJs, de quienes hacen música, escuchar nuevos sonidos, nuevas formas de mezclar y de crear, es algo que para cualquier artista, y más aún para quienes somos DJ, nos da herramientas y enseñanzas que no se obtienen en ningún otro lugar.
A nivel comunitario, este viaje para mí representa romper barreras. Vivimos en un contexto donde a veces los sueños se ven imposibles, donde las estructuras y la sociedad nos sabotean constantemente. Lograr esto significa no solo abrir un nuevo espacio para Kilombo, sino también demostrar que los sueños colectivos son posibles. Espero generar un verdadero puente cultural, un flujo de ida y vuelta: llevando nuestra energía a Colombia, trayendo inspiración, creatividad y nuevas conexiones de regreso a Buenos Aires. Este intercambio va a nutrir a Kilombo de manera enorme, aportando nuevas sonoridades, formatos y experiencias colectivas que podamos replicar y expandir. Y lo más importante: una vez creado este puente, podremos cruzarlo tantas veces como queramos, consolidando un intercambio cultural constante que fortalezca tanto a Kilombo como a toda la comunidad que lo acompaña, tanto llevando nuestro proyecto para allá, como tambien recibiendo artistas de Colombia a nuestra ciudad. Para mí, este viaje simboliza romper límites, abrir posibilidades y demostrar que los sueños grandes se hacen realidad colectivamente.

Cómo puede la gente sumarse y apoyar esta campaña, y por qué es importante este intercambio entre países?
El intercambio entre países es fundamental porque nos permite visibilizar nuestra comunidad afro argentina y nuestra existencia en este territorio. Romper con la falsa creencia que limita e invisibiliza nuestra presencia y contribución es un acto de visibilización y resistencia. Es un intercambio necesario porque hay muchísimo que aprender, pero también mucho talento y conocimiento para compartir.
No solo se trata de música: se trata de experiencias, de organizar y conectar con las comunidades, de generar unión entre diferentes diásporas para que el talento fluya, se reconozca y se potencie en toda Latinoamerica y más allá.
La gente se puede sumar a la campaña de varias maneras: apoyando económicamente a través de la colecta, o difundiendo y compartiendo la campaña y el proyecto con sus contactos y redes. Cada aporte, grande o pequeño, tiene un impacto real: no solo nos ayuda a llevar Kilombo a Colombia, sino que también fortalece el proyecto como espacio cultural y su alcance internacional.
Formas de colaborar:
Mercado Pago: alias KILOMBOENCOLOMBIA
PayPal: queenkilombo.colombia@gmail.com
Cada contribución ayuda a fortalecer el puente cultural que queremos crear: un flujo de ida y vuelta donde artistas y comunidades se conectan, comparten conocimientos y experiencias, rompen barreras y traen inspiración de vuelta a Kilombo, generando fiestas y encuentros cada vez más grandes y enriquecedores para toda la comunidad.
En cada edición de Kilombo, los géneros musicales crean un lenguaje común que no necesita traducción y creo que ahí está la magia: sonidos que difícilmente tienen lugar en otros espacios de la ciudad se vuelven protagonistas de una celebración que no entiende de fronteras.Kilombo nos recuerda que el goce también es parte esencial de nuestra existencia y que la música es el hilo conductor para esa celebración compartida.
Entrevista por @leasterisco